Domingo 15 de julio. Algunos párrafos bíblicos relacionados al sermón: Romanos 9.1-5, 10.1-4, 11.24, Hebreos 12.22-24. El apóstol Pablo pertenecía al pueblo judío y sentía una profunda tristeza y angustia por los de su pueblo que no habían alcanzado la fe en Jesús como Mesías. No dejaba de orar por la salvación de sus hermanos israelitas y se acercaba a ellos con el mensaje del evangelio para que por medio de la fe en Cristo, Dios los salvara (1 Corintios 9.19-23). De la misma manera no debemos olvidar la situación espiritual de nuestros semejantes; amemos a nuestros prójimos no solamente orando para que acepten el mensaje de salvación, sino también acercándonos a ellos de todas las maneras posibles para poder brindarles el evangelio para que Dios les dé la salvación eterna por medio de Jesús (Romanos 10.11-15, Hechos 2.38-39, Hechos 22.16, Hechos 4.12).
Preguntas de reflexión.
(Contenido = C, Interpretación = I, Aplicación = A)
(C) ¿Cómo sentía Pablo acerca de sus hermanos israelitas que no habían aceptado a Jesús como el Mesías? (Romanos 9.1-5)
(C) Según el versículo 9.5, ¿quién es Jesús y qué relación tiene con el pueblo de Israel?
(C) Según el 10.2 ¿qué tenían a su favor los judíos?
(I) Según el 10.2-3 ¿en qué fallaba el conocimiento de los judíos?
(I/A) ¿Cuál sería un ejemplo de no tener conocimiento adecuado del plan de salvación hoy en día?
(C) ¿Cuál era la oración de Pablo para estas personas sinceras pero equivocadas? (10.1)
(A) Además de orar por ellos, ¿qué se puede hacer? Basar la respuesta en Romanos 10.5-15.
(I) Basándote en este párrafo (10.5-15), ¿cómo definirías las “buenas noticias” que se mencionan en el 10.15?
(I) ¿Cómo se “invoca el nombre del Señor”? (ver Romanos 10.13, ver también Hechos 2.21, 2.38-39, 22.16). (Para contestar esta pregunta es importante recordar que Dios lo ha hecho “Señor y Cristo” a Jesús al resucitarlo de entre los muertos, según Hechos 2.23-24, 32, 36, Romanos 10.9-10. En el momento de bautizarnos confesamos frente a testigos nuestra fe en Jesús como Nuestro Señor que venció la muerte; el bautismo en sí es una parte integral de nuestra confesión por medio de la cual nos entregamos por fe para morir y resucitar con Jesús y vivir bajo su señorío. Así “confesamos su nombre” y nos lavamos de nuestros pecados para ser salvados por Dios–Hechos 22.16; ver Colosenses 2.12).
(A) ¿Quiénes son algunas personas que podríamos recordar en oración para que Dios las salve? (Aplicando Romanos 10.1)
(A) ¿Qué podés hacer para tener “los pies hermosos” que anuncian las buenas noticias? (Aplicando Romanos 10.15)
Posible pregunta rompehielos
Contá al grupo un ejemplo de cómo cambiás tu comportamiento según la persona con quien estás. (Esta reflexión nace del ejemplo de Pablo en la cita de 1 Corintios 9.19-23)
Para un estudio más detenido acerca de “invocar el nombre del Señor”. Es interesante comparar la frase “todo el que confiese el nombre del Señor será salvo” que aparece en Romanos 10.13 y Hechos 2.21. Ambos pasajes citan al profeta Joel 2.32. En el contexto original, “El Señor” se refiere a Yavé (o Jehová), un nombre con quien Dios se daba a conocer en el Antiguo Testamento (ver Joel 2.28-32, citado en Hechos 2.17-21 donde el que “derrama su Espíritu” claramente es Dios). Según el contexto de Joel, cuando uno invoca el nombre del “Señor”, invoca el nombre de Dios Mismo. Sabemos que al resucitar a Jesús, Dios le dio el “nombre que está sobre nombre” (Filipenses 2.5-11) cuando lo resucitó, para que todos confiesen que Él es el Señor, para honra de Dios Padre. “Este Jesús que ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2.36), al resucitarlo (Hechos 2.23-24). “Señor” es la palabra en el Nuevo Testamento que se suele usar en reemplazo de “Yahvé” (Jehová) en el Antiguo. Jesús había dejado de lado la “forma” de Dios para tomar la “forma” de siervo, haciéndose hombre y siendo obediente como ser humano hasta la muerte en la cruz (Filipenses 2.6-8). Al resucitar, recibe el nombre de Dios Mismo, “Señor”. En el Nuevo Testamento se presenta a Dios como Dios Padre y su Hijo. Nunca se usa el nombre hebreo “Yahvé” o “Jehová” en el Nuevo Testamento, sino más bien otros términos, como “Señor”. Jesús comparte el nombre de “Señor” con el Padre (Hechos 4.29-30) y el Espíritu (2 Corintios 3.14-18).
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